domingo, 5 de mayo de 2013

EL CERO Y EL INFINITO. TEXTOS DE TRABAJO.

Rubachof iba y venía en su celda, desde la puerta a la ventana y viceversa, entre el camastro, el lavabo y el cubo, seis pasos y medio en un sentido, seis pasos y medio en otro. En la puerta se volvía a la derecha, en la ventana a la izquierda: esto era una vieja costumbre de prisiones; si no se cambiaba el sentido del paso a cada media vuelta pronto se sentía vértigo. ¿Qué pasaría en el cerebro del Número Uno? Imaginaba de repente una sección de este cerebro, cuidadosamente pintada a la acuarela sobre una hoja de papel clavada con chinchetas en un tablero de dibujo. Las cincunvoluciones de la materia gris se henchían como si fueran vísceras, se enrollaban una sobre otras como serpientes vigorosas, se estiraban en una vaga neblina como la espiral de las nebulosas sobre las cartas astronómicas...¿Qué pasaba en la dilatación de estas circunvoluciones grises? Se sabía todo sobre lejanas y auténticas nebulosas, pero sobre las del Número Uno no se sabía nada. Por esta razón sin duda la Historia era más bien un oráculo que ciencia. Más tarde, mucho más tarde, quizá se las enseñaran por medio de cuadros estadísticos a los que se añadirían mapas anatómicos muy parecidos. El profesor dibujaría en el encerado una fórmula algebraica representando las condiciones de vida de las masas en un país y en una época dada: "Ciudadanos, he aquí los factores objetivos que han condicionado este proceso histórico". Y señalando con el puntero un paisaje brumoso y gris entre el segundo y tercer lóbulo del cerebro del Número Uno: "Y ahora, he aquí la imagen subjetiva de estos factores. La que durante el segundo cuarto del siglo XX condujo al triunfo el principio totalitario". Mientras esto no fuera posible, la política nunca pasaría de ser un diletantismo sangriento, pura superstición y magia negra... (40-41). 

Continuará.. 

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