sábado, 9 de marzo de 2013

EL IMPERIALISMO JAPONÉS.


El Japón Meiji experimentó un rápido crecimiento económico y aplicó medidas para modernizar su administración y su ejército siguiendo el modelo occidental. Esta política vino acompañada por una marcado afán expansionista y agresivo, que tenía como objetivo estratégico hacerse con el dominio de Corea y China.
Las razones que explican el imperialismo japonés fueron la presión demográfica, la necesidad de proveerse de materias primas de las que carecía (hierro, carbón, petróleo, cobre, estaño) para consolidad su industrialización y la búsqueda de mercados exteriores para sus productos. No obstante, en el imperialismo japonés también actuaron las corrientes nacionalistas muy en boga en la época, con la idea del Gran Japón.

La guerra chino-japonesa (1894-1895).

Una vez conquistados los archipiélagos cercanos (islas kuriles y Ryukyu) Japón forzó a Corea, reino tributario de China, a abrir tres puertos y a permitir el asentamiento de emigrantes japoneses. La guerra con China fue inevitable. Entre 1894 y 1895, las tropas japonesas ocuparon toda Corea, entraron en Manchuria y, tras una fácil victoria naval, desembarcaron en Port Arthur y otros puntos estratégicos en el golfo de Pekín. China reconoció la independencia de Corea y cedió Formosa (Taiwán), las islas Pescadores y la península  de Liaodong con el estratégico enclave de Port Arthur. No obstante, Japón chocó con los intereses rusos en la zona y tuvo que cederles Port Arthur y compartir su protectorado sobre Corea hasta 1905. 

La guerra ruso-japonesa (1905).

La presencia japonesa en el sur de Manchuria fue considerada intolerable por Rusia. Pero Japón atacó a Rusia en 1904, sin previa declaración de guerra y aniquiló a la flota rusa anclada en Port Arthur. Japón obtuvo el sur de la isla de Sajalín y el protectorado sobre Corea, que se anexionó en 1910, y consolidó su dominio sobre Manchuria. 

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