domingo, 10 de marzo de 2013

LA EXPANSIÓN IMPERIALISTA EN ASIA




El interés europeo por el comercio con los países asiáticos bañados por el Pacífico, especialmente con el milenario Imperio chino, se remontaba a épocas muy antiguas. Hasta el siglo XIX el dominio europeo se limitaba al control de bases navales y de algunos puertos en las islas de Sumatra, Java, Borneo y Célebes, primero por parte de los portugueses; después, por los holandeses. Sólo España contaba con una auténtica colonia: Filipinas. La compra de especias (pimienta, canela, clavo, nuez moscada), té, caucho, seda y porcelana suponía una salida importante de oro y plata para los países europeos, que no se compensaba con las ventas realizadas por ellos en esos territorios. El comercio de China con los occidentales estaba muy limitado (al puerto de Cantón, básicamente) y era controlado severamente por la dinastía manchú. Japón se mantenía totalmente aislado.

* Asia central y septentrional. La expansión rusa. 

La expansión del imperio ruso en Asia fue ante todo política. Rusia había ocupado Asia septentrional en el siglo XVII y se dirigió a mediados del siglo XIX hacia las fértiles tierras del Turquestán. A partir de 1880-1890, con la construcción del ferrocarril transiberiano hasta Vladivostok y del ramal transmanchuriano, la presencia rusa se extendió hacia manchuria. 
Los avances rusos en el Turquestan profundizaban la hostilidad con Reino Unido. Ambos países mantenían disputas sobre Persia y las tierras fronterizas de la India (Afganistán, Tíbet). 
Por otro lado, la penetración rusa en Manchuria originó el choque con Japón, que desembocó en la guerra ruso-japonesa de 1904-1905, en la que Rusia fue derrotada. 

* Asia central y meridional. La India británica. 

Ya en el siglo XVIII, los ingleses habían logrado desplazar a sus principales competidores, los franceses, en el comercio con esta región. La falta de unidad política de este territorio, dividido en múltiples estados rivales, facilitó las actividades británicas en esta poblada zona. En principio, los ingleses se conformaron con dominar ciertas áreas estratégicas -con la ciudad de Calcuta, en la región de Bengala, como base fundamental-, con establecer alianzas con varios príncipes indios y lograr el monopolio comercial en la zona a través de la Compañía de las Indias Orientales. 



Paulatinamente fueron ocupando gran parte del territorio, con el apoyo del gobierno británico. Para ello disponía de un ejército de soldado indios encuadrados en el ejército británico, los cipayos. Pero en 1857-1858, los cipayos, ante el desprecio de los oficiales británicos por sus creencias religiosas, se sublevaron. La revuelta obligó al gobierno británico a reorganizar la administración colonial. La Compañía fue suprimida y la India pasó a ser administrada según el Acta de Gobierno de la India, por la que se establecen una administración directa de la corona británica, que ejercía el gobierno mediante un virrey, y la reina Victoria fue proclamada emperatriz en 1877. Las reformas administrativas, económicas, educativas, sociales y militares hicieron de esta colonia la más clara muestra del esplendor británico. Al mismo tiempo,  se produjo la extensión del dominio británico a otras áreas (los ríos Ganges e Indo y la isla de Ceilán). 

Para poder garantizar una zona de seguridad Gran Bretaña, además, «aseguró» las fronteras de la India ocupando la frontera de Afga­nistán, al oeste, frente a los rusos y Birmania, al este, como defensa, frente a los franceses (estos últimos con colonias en Indochina). Birmania fue convertida en un protectorado desde 1886 y  se establecieron en la zona suroriental los sultanatos del centro y sur  de Malasia y Singapur (ciudad que dominaba el estrecho, controlando un paso fun­damental que comunicaba el océano índico con el Pacífico) entre 1870 y 1885. 

A partir de entonces, la India se convertirá en el modelo imperial por excelencia del siglo XIX. La gran prioridad de Gran Bretaña en política exterior será la defensa de las rutas marítimas y terrestres hacia la India, especialmente el canal de Suez y el mar Rojo, pero también el cabo de Buena Esperanza y el océano índico en su conjunto

Asia suroriental. La Unión General de Indochina francesa. 

Francia desembarcó en 1858-1860 en Indochina en el delta del Mekong con la excusa de proteger a los misioneros católicos que allí había. Se firma un tratado con el rey de Annam, que cedió a Francia las tres provincias orientales de Cochinchina. La intención de la metrópoli es controlar el delta del Mekong y del Song Koi o río Rojo para hallar una vía de penetración en el mercado chino. En 1887 se constituyó la Unión General de Indochina (formado por Annam, Tonkín, Cochinchina y Camboya), a la que, en 1893, se incorporó Laos. 
Al final de siglo Francia ya dominaba la zona, amenazando a la India y haciendo frontera con China. En Indochina permanecía sólo independiente el reino de Siam (actual Tailandia), como Estado-tapón entre las posesiones británicas y francesas. Su neutralidad se acordó en 1893, aunque con algunos recortes de soberanía. 

El caso de China. 
China fue el gran objetivo comercial de las potencias europeas y Estados Unidos, primero, y de Japón, después. La rivalidad entre las potencias era tan grande, que China pudo conservar su independencia, al menos en teoría. 

Los británicos pretendían compensar su deficitario comercio con China mediante la venta de opio cultivado en la India. Las autoridades chinas, que acusaban a los occidentales de promover el consumo de opio entre su pueblo, intentaron, por todos los medios, impedir su importación, confiscando la mercancía. Los británicos, decididos a introducir sus manufacturas en China, aprovecharon este conflicto y recurrieron a su marina de guerra para humillar a China en la llamada «primera guerra del opio» (1839-1842). Tras ésta, no sólo se reanudó el comercio de este producto, sino que China cedió Hong-Kong a Gran Bretaña como base comercial exclusiva y le concedió permiso para comerciar en una serie de puertos, entre ellos Shanghai. Aún habría una «segunda guerra del opio» (1856-1858), en la que Gran Bretaña, con el apoyo de Francia, obtendría más concesiones de China.

Esta política de presión occidental sobre China aumentó a lo largo del siglo XIX, ampliándose el número de puertos abiertos al comercio y de países beneficiados. La década de 1880 marca el comienzo del reparto del territorio chino, especialmente las derrotas ante Francia (1884-1885) y Japón (1894-1895) tras las cuales los emperadores cedieron el control a las potencias extranjeras. Gran Bretaña, Estados Unidos, Rusia, Francia, Alemania y Japón  compiten por obtener «las riquezas chinas» y se reparten el territorio en zonas de influencia (Francia al sureste, Gran Bretaña al sur y en el Yang-Tse, Rusia y Japón en el noroeste, en torno a Manchuria, y Alemania e Inglaterra en la península de Shantung) para la explotación de ciertos recursos (minas y ferrocarriles). 


Sin embargo, el régimen político chino no se derrumbó y, dada la gran extensión, la elevada densidad de población del país y la hostilidad de sus habitantes, los cuales promovieron durísimas rebeliones nacionalistas y xenófobas entre 1898 y 1901 como la revuelta de los boxers en 1900-1901.

Las grandes potencias no se decidieron a repartirse el viejo Imperio. Las rivalidades y recelos entre ellas (como en el caso turco) eran más fuertes que cualquier hipotética ventaja. Esta independencia política no impidió el endeudamiento total del gobierno chino como consecuencia de la petición de préstamos a los occiden­tales (cobrados por éstos mediante el arriendo de los impuestos y concesiones en la minas y ferrocarriles chinos), ni que la sociedad china tradicional resultara profundamente erosionada. En 1911 se produjo una revolución que fundaría una República de corte liberal y moderno, cuyo objetivo sería reformar política y socialmente el país y liberarlo de la dependencia de las potencias occidentales.

El Asia austral. 

En Asia austral también encontramos la presencia de Holanda que afirmó su administración sobre las Indias holandesas (actuales Indonesia y parte oriental de Nueva Guinea), y Alemania que se anexionó Nueva Guinea oriental y las islas Marshall, Salomon, Carolinas y Marianas.  No obstante, la zona estaba dominada por Gran Bretaña que poseía los dos territorios más importantes, Australia y Nueva Zelanda, colonias de poblamiento donde van arrinconando y aniquilando, lenta pero sistemáticamente, a la población nativa (australianos y maoríes respectivamente).  Ambas colonias recibieron inmigrantes de forma constante durante todo el siglo XIX y se convirtieron en auténticos estados autónomos dentro del Imperio británico.

Los archipiélagos menores del Pacífico, de escaso interés comercial, fueron utilizados por misioneros, balleneros y marinos como bases para sus operaciones, y se repartieron entre las potencias muy tardíamente, como consecuencia de la rivalidad entre éstas. Los países que tradicionalmente habían estado presentes en estas zonas del Pacífico eran Gran Bretaña —Fidji— y Francia—Tahití—, pero la incorporación de Alemania y Estados Unidos obligó a realizar repartos y acuerdos:

■  En 1885 la isla de Nueva Guinea fue dividida en tres áreas (holandesa, británica y alemana).

■  En 1898, tras el reparto del imperio español, Filipinas y Hawai pasaron a manos estadounidenses.

■  Las islas Carolinas y las Marianas pasaron a Alemania.

■  Las islas Samoa fueron repartidas entre Alemania y EE UU. Gran Bretaña recibió las islas Tonga como compensación.


sábado, 9 de marzo de 2013

EL REPARTO DE ÁFRICA

Hasta 1870 la presencia europea en África se limitaba a una serie de factorías en las costas y bases comerciales europeas, desde las cuales se había exportado hacia Europa marfil, esclavos y, en el siglo XIX, aceites vegetales (de palma y de cacahuete), sobre todo. Para que este comercio fuese seguro y para eliminar la competencia, portugueses, ingleses y franceses establecían tratados comerciales exclusivos con los reinos africanos interiores. Esto per­mitió la aparición de «zonas de influencia» inglesas y francesas. La zona del golfo de Guinea era la que contaba con más áreas de este tipo. Los franceses tenían ventaja en el río Senegal y los ingleses en Costa de Oro (actual Ghana) y la desembocadura del Níger (actual Nigeria).

En el África mediterránea, Francia inició en 1830 la ocupación de Argelia, en principio se trataba de una acción de castigo contra la piratería, pero la conquista continuó, seguida de una auténtica colononización, gracias a una importante emigración de franceses. En 1848 Francia la proclamó oficialmente "territorio francés". Sin embargo, la instauración de la colonia francesa no concluyó hasta 1870. Una década después fueron ocupados Túnez y Egipto, estados con graves problemas financieros, que permitieron a sus acreedores (ingleses y franceses) controlar sus economías. En Túnez existía una fuerte rivalidad entre franceses e ita­lianos, resuelta a favor de los primeros, quienes lo ocuparon en 1881. En Egipto, franceses e ingleses rivaliza­ban por el control del canal de Suez (inaugurado en 1869). Los británicos estaban interesados en el control de Egipto para asegurar su ruta hacia la India. En 1882, a raíz del estallido de una rebelión nacionalista y contraria al control británico, se produjo la ocupación militar británica de Egipto, que fue convertido en un protectorado inglés.  

En África del sur, a la presencia portuguesa en las costas atlánticas (Angola) e índicas (Mozambique) se unía la colonia inglesa de El Cabo, que controlaba el paso del cabo de Buena Esperanza. Esta colonia, a diferencia del resto, no sólo era comercial, sino también de poblamiento, ya que en ella existía una numerosa población blanca (colonos de origen holandés, llamados «bóers», dedicados a cultivar la tierra y criar ganado). Estos colonos emigraron hacia el norte (Great Trek o «Gran Éxodo») y crearon los estados indepen­dientes de Orange y Transvaal. El descubrimiento de diamantes en Kimberley y de yacimientos de oro en Johannesburgo despertó la ambición de los financieros británicos y de los imperialistas de El Cabo, con Cecil Rhodes a la cabeza.

Las exploraciones.

Misioneros, exploradores y aventureros abrieron el resto de África a Europa. Durante la segunda mitad del siglo XIX se registraron un gran número de viajes de exploración y descubrimiento a través de los grandes ríos.  Destacaron las exploraciones de David Livingtone, que remontó el Zambeze y llego a las cataratas del lago Victoria, de Henry Stanley, que descubrió las fuentes del río Congo y se puso al servicio del rey Leopoldo II de Bélgica, y de Savorgnan de Brazza, al servicio de Francia, que exploró la margen derecha del río Congo. 
Las historia sobre la exploración apasionaban la imaginación burguesa y la opinión pública, que seguía de cerca a los nuevos héroes del momento. El periódico New York Herald organizó la expedición de Stanley que consiguió encontrar a Livingtone. Las aventuras del periodista americano fueron las más populares de las exploraciones africanas. 
Junto a las exploraciones africanas hitos relevantes fueron la exploración del desierto de Australia, la penetración en Asia hasta alcanzar la cordillera del Himalaya, o la travesía de Sibería. Por último, la aventura descubridora tuvo su punto final en los polos, Peary alcanzó el Polo Norte en 1909 y Amundsen el Polo Sur en 1911. 

África, cuarteada. La Conferencia de Berlin. 

Lo que precipitó el colonialismo en África y el «reparto» entre las potencias europeas fue la iniciativa particular del rey de Bélgica Leopoldo II. Con el objetivo de explotar las innumerables riquezas minerales y comer­ciales de la región del río Congo, y con la ayuda del explorador Stanley, se aseguró el control de la zona situada al sur del río (futuro Congo belga —actual República Democrática del Congo—). Esto desencadenó una serie de iniciativas rivales: el explorador Brazza aseguró el norte del río para Francia; los portugueses reivindicaron su soberanía sobre su desembocadura; los ingleses exigieron que la cuenca no cayera bajo el monopolio comercial de ningún país; y Bismarck recordó que Alemania no podía quedar fuera de nin­gún reparto en ultramar (donde carecía de colonias).


La reivindicación alemana provocó la celebración de la Conferencia de Berlín de 1884-1885. Aunque esta reunión internacional se convocó para solucionar el problema del Congo, supuso el punto de partida para la carrera colonial entre las potencias. En ella se determinó:
a) La libertad de navegación y comerció por los ríos Níger y Congo.
b) Se aceptó la aparición de un «Estado libre del Congo» (no una colonia del Estado belga, sino una colonia particular del rey Leopoldo) al sur del río.
c)  Se recono­cieron los derechos franceses al norte de éste.
d) Se aceptaron las reivindicaciones de Alemania (que creará colonias propias en las costas atlántica e índica) 
e) Se enunció el principio de que ninguna potencia tenía «derechos históricos» sobre ningún territorio, el cual no sería suyo hasta que no lo ocupase de manera efectiva. Con el principio de la «ocupación efectiva» se señalaban las reglas que regirían la expansión colonial en la década siguiente.



En África occidental la principal beneficiaria fue Francia, que logró dominar un extenso territorio que unía Marruecos, Argelia y Túnez con sus colonias del Senegal, Costa de Marfil y el Congo, en torno al río Níger y al lago Chad. Este amplio imperio rodeaba colonias británicas (Costa de Oro y Nigeria), alemanas (Togo y Camerún), e incluso pequeñas posesiones portuguesas y españolas.

En África oriental, sin embargo, el predominio fue claramente de Gran Bretaña, interesada en controlar el curso del Nilo y, con él, Egipto y el canal de Suez. El Imperio británico se extendió desde Egipto al lago Victoria a través de Sudán, después de una durísima guerra contra los nativos de este territorio. Italia y Francia fueron las grandes perjudicadas por la expansión británica. Italia, que poseía colonias en Eritrea y Somalia, intentó unirlas invadiendo Abisinia (actual Etiopía), pero fracasó. Francia, por su parte, trató de extender su imperio occidental hasta el mar Rojo, mas tuvo que detenerse ante las amenazas británicas. Con Alemania se llegó a un acuerdo en 1890 para repartirse la costa del Indico. Madagascar pasaría a Francia.

En África del sur las presiones de los colonos de El Cabo y las ambiciones de empresarios como Cecil Rhodes, quien planeaba la construcción de un ferrocarril transafricano El Cabo-El Cairo, impulsaron la expansión británica hacia el norte, hasta los límites del Congo belga, con la creación de las dos «Rhodesias» (actuales Zambia y Zimbabwe). Esta expansión impidió que Portugal y Alemania uniesen sus colonias del Atlántico y del Indico, y aisló a los estados bóers, los cuales terminaron sometidos a la corona británica tras una durísima guerra de tres años (1899-1902). La anexión de estos últimos territorios permitió la creación de la Unión Sudafricana en 1910, un Estado autónomo dentro del Imperio británico en el que fue aplicada una política segregacionista y racista con la población nativa.


En el África mediterránea y Magreb a finales del XIX y comienzos del XX se reactivó el imperialismo. Gran Bretaña tenía fuertes intereses en el Mediterráneo, pues poseía enclaves decisivos en la ruta hacia la India: Gibraltar, la isla de Malta, Chipre y el canal de Suez en su protectorado de Egipto.  Marruecos mantuvo su independencia hasta que en la Conferencia de Algeciras de 1906 se aceptó el predominio francés en la zona, siempre y cuando se mantuviese una política de libre comercio («de puerta abierta»), el sultán legítimo permaneciese en el trono, y España (una potencia más débil) obtuviese una zona en el norte a modo de tapón entre el Estrecho y la colonia francesa. Los italianos se anexionaron Libia más tarde (1912). 

El Imperio Turco cayó en la esfera de influencia occidental debido a sus problemas financieros y a las compras de armamento y tecnología a diversos países europeos, que aumentaron su dependencia del capital británico, del francés y, cada vez más, del alemán. Pese a ello, Gran Bretaña era partidaria del mantenimiento del Imperio otomano como garantía de la neutralidad de los estrechos del mar Negro, amenazada por el expansionismo ruso. Por lo tanto, la rivalidad entre las potencias le permitió conservar su independencia.

En vísperas de la Primera Guerra Mundial toda África estaba repartida entre las grandes potencias; sólo existían dos estados independientes: Liberia, formado en 1847 por libertos (antiguos esclavos) procedentes de Estados Unidos, y Abisinia (actual Etiopía), que había resistido con éxito los intentos de conquista de los italianos (quienes terminaron invadiéndola en 1935).

Los conflictos imperialistas en África. Los imposibles imperios continuos. 

El choque entre los intereses imperialistas se hizo inevitable y aunque se consiguió, mediante tratados, la delimitación de fronteras y zonas de influencia, se sucedieron los conflictos. 

* El incidente de Fashoda. Uno de esos conflictos derivó del intento de formar imperios continuos. El Reino Unido pretendía formar un imperio africano que uniese el norte con el sur del continente, enlazando con una línea de ferrocarril desde El Cairo a El Cabo. Este proyecto entró en colisión con el propósito francés de crear un eje colonial de oeste a este, desde la costa del Sahara y Guinea al mar Rojo. Ambos imperios chocaron en 1898 en un territorio situado al este del lago Chad, en el alto Nilo (Sudán), llamado Fachoda. Dos cuerpos del ejército (francés e inglés) coincidieron allí para ocupar la zona y el incidente puso al descubierto en enfrentamiento entre ambas potencias. Estuvo a punto de estallar la guerra. Los franceses, finalmente, cedieron y ser retiraron del territorio.


En el África austral, se enfrentaron los tradicionales intereses de los portugueses, establecidos desde el siglo XVI en Angola y Mozambique, de los colonos holandeses y alemanes (boers o afrikaners) asentados en la región de El Cabo desde el siglo XVII y, por último, de Reino Unido, que ocupó el Cabo en 1806. A estas rivalidades se sumo, desde 1884, la presencia alemana en el África del Sudoeste. 

* La guerra anglo-bóer. En el año 1890, Cecil Rhodes se había convertido en primer ministro de la colonia inglesa de El Cabo. Dos pequeñas repúblicas vecinas, el Transvaal y el Estado Libre de Orange, impedían su dominio total de la zona. Por otro lado, la noticia de que se habían encontrado importantes minas de oro y diamantes en las república de Transvaal motivó que los británicos rápidamente se anexionaran estas repúblicas. Como consecuencia de la derrota los bóers, las repúblicas de Transvaal y Orange fueron anexionadas al Reino Unidos, no obstante, se les otorgó cierta autonomía dentro de la colonia británica de la Unión Sudafricana, que desde 1910 pasó a ser un dominio. 

* Crisis marroquíes.  Entre 1902 y 1904 Francia y Gran Bretaña llegan a un acuerdo a cerca de Marruecos con un reparto del territorio entre España y Francia. En 1905 Alemania se niega a aceptarlo, por considerar perjudicados sus intereses coloniales en el norte de África. La postura alemana es mantener la independencia de Marruecos y Guillermo II desembarca en Tánger, como muestra de apoyo al sultán marroquí. Para solvertar el problema y enfriar las tensiones entre Francia y Alemania se convoca la Conferencia de Algeciras de 1906 donde diplomáticamente Alemania sale como la perdedora, sí bien, re reconoce la independencia de Marruecos, se aceptaba el predominio francés en la zona, siempre y cuando se mantuviese una política de libre comercio («de puerta abierta»), el sultán legítimo permaneciese en el trono, y España (una potencia más débil) obtuviese una zona en el norte a modo de tapón entre el Estrecho y la colonia francesa. 

Pero la intención francesa era establecer un protectorado y su presencia cada vez fue más activa. En 1911 el sultán necesita de las tropas francesas al verse asediado por rebeldes en Fez, los franceses toman Fez y Alemania lo considera una violación del Tratado de Algeciras y envía un acorazado al puerto de Agadir con la excusa de proteger a los residentes alemanes, en realidad pretende presionar a Francia a negociar un acuerdo que incluya el Congo a cambio de plena libertad en Marruecos. Francia, apoyada por Gran Bretaña ante las duras demandas germanas, negoció la entrega de una parte del Congo a cambio de reconocer, por parte de Alemania, el Protectorado francés y español en Marruecos en 1912. 

EL IMPERIALISMO JAPONÉS.


El Japón Meiji experimentó un rápido crecimiento económico y aplicó medidas para modernizar su administración y su ejército siguiendo el modelo occidental. Esta política vino acompañada por una marcado afán expansionista y agresivo, que tenía como objetivo estratégico hacerse con el dominio de Corea y China.
Las razones que explican el imperialismo japonés fueron la presión demográfica, la necesidad de proveerse de materias primas de las que carecía (hierro, carbón, petróleo, cobre, estaño) para consolidad su industrialización y la búsqueda de mercados exteriores para sus productos. No obstante, en el imperialismo japonés también actuaron las corrientes nacionalistas muy en boga en la época, con la idea del Gran Japón.

La guerra chino-japonesa (1894-1895).

Una vez conquistados los archipiélagos cercanos (islas kuriles y Ryukyu) Japón forzó a Corea, reino tributario de China, a abrir tres puertos y a permitir el asentamiento de emigrantes japoneses. La guerra con China fue inevitable. Entre 1894 y 1895, las tropas japonesas ocuparon toda Corea, entraron en Manchuria y, tras una fácil victoria naval, desembarcaron en Port Arthur y otros puntos estratégicos en el golfo de Pekín. China reconoció la independencia de Corea y cedió Formosa (Taiwán), las islas Pescadores y la península  de Liaodong con el estratégico enclave de Port Arthur. No obstante, Japón chocó con los intereses rusos en la zona y tuvo que cederles Port Arthur y compartir su protectorado sobre Corea hasta 1905. 

La guerra ruso-japonesa (1905).

La presencia japonesa en el sur de Manchuria fue considerada intolerable por Rusia. Pero Japón atacó a Rusia en 1904, sin previa declaración de guerra y aniquiló a la flota rusa anclada en Port Arthur. Japón obtuvo el sur de la isla de Sajalín y el protectorado sobre Corea, que se anexionó en 1910, y consolidó su dominio sobre Manchuria. 

LA EXPANSIÓN DE LOS ESTADOS UNIDOS. DE LA CONQUISTA DEL OESTE AL IMPERIALISMO.


Este país, a pesar de haber sido un antiguo territorio colonial británico, no tardó en iniciar su propia expansión colonial. Durante todo el siglo XIX ésta se centró en el desplazamiento de los colonos hacia el oeste, en busca de nuevas tierras de cultivo, pastos y riquezas mineras. Para ello se exterminó y recluyó en reservas específicas a buena parte de la población nativa y se agre­dió a otros países, como México, al que se arrebató sus territorios al norte del río Grande. Hacia 1890 finalizó esta expansión continental.


 



La proclamación de la independencia de Texas en 1835 desencadenó, posteriormente, la declaración de guerra de Estados Unidos a México (1846-1848). En 1848 Estados Unidos venció y se anexionó Nuevo México, Arizona, Utah, Nevada y California.


Tras esta expansión, Estados Unidos, ya una gran potencia industrial, desarrolló su propio imperialismo en ultramar. Por tanto, la entrada de Estados Unidos en la esfera internacional será en los años noventa del siglo XIX. El imperialismo norteamericano no se caracterizó por la posesión de amplios dominios territoriales sino por el control económico y financiero de determinadas áreas del Océano Pacífico y del mar Caribe. Con todo, las causas del imperialismo norteameriano fueron más complejas que las meramente económicas, pues tenían un amplio mercado interno, que era capaz de absorber la oferta industrial. 

Podemos encontrar razones ideológicas (sentimiento de superioridad del pueblo estadounidense) en diversas doctrinas. La denominada Doctrina Monroe de 1823 al declarar que los territorios americanos "no deben ser en lo sucesivo considerados como sujetos a colonización por ninguna potencia europea" formalmente aparece como una formulación antiimperialista pero en realidad perseguía dejar las manos libres de EE.UU para intervernir económicamente en el continente americano, sobre todo en una época en la que se estaba descomponiendo el Imperio español y sus despojos eran atractivos para la expansión industrial y financiera norteamericana. Y la Doctrina del "Destino Manifiesto" defendía que el estadounidense era el pueblo elegido por Dios, lo que les permitía apropiarse de las tierras que consideraban destinadas a formar parte de los Estados Unidos. Estas doctrinas afianzaron un sentimiento nacionalista mezcla de superioridad racial, política, religiosa, cultura y técnica de la raza blanca anglosajona sobre los latinos que poblaban la mayor parte de América. 

Por otro lado, existen motivaciones geopolíticas como las defendidas por el almirante Alfred T. Mahan que tuvieron gran seguimiento. Mahan era partidario de afianzar la posición de Estados Unidos mediante el dominio estratégico del mar, mediante un control de importantes bases navales y el desarrollo de una flota de guerra, más que por la anexión de territorios. Todas estas ideas justificaron el derecho a la intervención.

En 1898 el presidente Mc Kinley intervino en Cuba y Filipinas con una potente armada y grandes intereses en juego (apoyo de poderosos medios económicos, la prensa y los medios nacionalistas) y se deshizo lo que quedaba del Imperio español en ambas zonas en 1898, apoderándose de Filipinas y de otros archipiélagos del Pacífico (islas de Guam y Hawai); además, puso bajo su protección a Cuba (independiente) y a Puerto Rico (como Estado asociado) en el Caribe. 

En 1898, EE.UU intervino en el conflicto hispano-cubano (el pretexto fue la explosión del acorazado Maine anclado en el puerto de la Habana. En realidad la explosión se había producido por causas accidentales) derrotando a la armada española en Santiago de Cuba y en Cavite (Filipinas). Por el Tratado de París España cedió a EE.UU, Puerto Rico, Filipinas y la isla de Guam. Cuba se independizaba aunque quedaba bajo la influencia norteamericana. La Enmienda Platt en la Constitución cubana permitía la ingerencia norteamericana en los asuntos cubanos. Aunque fue abolida en 1934 la isla quedó bajo control americano hasta la Revolución de 1959. 

A estas seguirían otras intervenciones en América del sur y central con el objetivo de liderar política y económicamente el continente y defender los intereses estadounidenses, tanto estratégicos (bases militares) como comerciales (com­pañías y accionistas). 

El afianzamiento de la posición de Estados Unidos en el Caribe y el Pacífico se completó con la política intervencionista del presidente Theodore Roosevelt, presidente desde 1901. Roosevelt  en 1904 acabó de perfilar las bases del expansionismo e intervencionismo norteamericano justificándolo como una vuelta a la Doctrina Monroe (Corolario Roosvelt) y con la necesidad de actuar enérgicamente, política del "gran garrote" (big stick), es decir, el derecho de los Estados Unidos a intervenir en los asuntos internos de otros países.

Esta política provocó la independencia de Panamá (1903), separada de Colombia a instancias de EE UU, país que se convirtió en su «protector», a cambio de la concesión del canal inaugurado en 1914. Ante la negativa colombiana de ceder el territorio panameño para la construcción de un canal que comunicase el Atlántico con el Pacífico, los EE.UU propulsaron la independencia de Panamá y la ocupación de una franja paralela donde se construyó el canal. 

Los norteamericanos también habían intervenido en Venezuela, Nicaragua (1909), República Dominicana (1905), Honduras (1910), Haiti (1914) y Cuba (en 1906 se le hizo cede una base naval en Guantánamo). 

En la expansión comercial y estratégica americana hacia el SE de Asia, los norteamerianos dominaron, además de Las Filipinas, Hawai y Wake, otras islas del Pacífico controlando de esta forma la ruta hacia China donde intervinieron con la justificación para sofocar la rebelión de los bóxers. 

En 1887 Estados Unidos compró Alaska a Rusia. 










LOS CICLOS ECONÓMICOS Y LAS CRISIS DEL CAPITALISMO INDUSTRIAL.


Los ciclos económicos son ciertas regularidades de los movimientos de conjunto de la vida económica que se han estudiado de forma cuantitativa. Antes del siglo XVIII su estudio era muy irregular ya que estaban determinados por fenómenos naturales y afectaban únicamente a varios países o un continente pero nunca a el mundo entero.


A partir de la Primera Guerra Mundial se comprueba la existencia de movimientos que afectan al conjunto del mundo capitalista. Durante el siglo XIX estos movimientos son tan regulares que se periodizan aunque se caracterizan de forma paralela por estar acompañados a una tendencia general de continuidad moderada de crecimiento de la producción. Para el estudio de estos movimientos disponemos de un lenguaje pobre, consecuencia de la tendencia a conceptualizar, generalizar y construir modelos, se habla de crisis en los distintos momentos y lugares sin tener en cuenta las diferencias causales de cada una de estas crisis.
Estos movimientos económicos se pueden dividir en función de su duración en la siguiente tipología:
1.  Movimientos de corta duración o ciclos Kitchin. Los economistas americanos redujeron estos ciclos a 3 o 4 años, siendo imperceptibles para los hombres y mujeres que viven en ese momento.
2. Movimientos intradecenales o crisis clásicas. En 1862 Clement Juglar escribió su obra, Las crisis comerciales y su reaparición periódica en Francia, Inglaterra y Estados Unidos donde planteaba la existencia de ciclos clásicos o medios con una duración de 6 a 10 años caracterizados por tres etapas: prosperidad (P), depresión (D) y crisis de superproducción (Cp). La cronología de Jutglar partía de 1825 y las épocas de crisis serían las siguientes: 1836-39, 1847-48, 1857-1866,1873-1882, 1882-1893, 1893-1900, 1900-1907, 1913-1920 y 1920-1929.
3. Los Movimientos de Larga Duración o KondratieffApoyado en los movimientos de precios este autor divide la evolución económica en cuatro periodos de 50 a 60 años cada uno, subdividiéndolos en dos fases. La fase A corresponde a la estudiada por Simiand que refleja el periodo de prosperidad y expansión, por su parte la fase B refleja el periodo de recesión. El inicio y fin cada una de las fases se denomina inversión de coyuntura. 

Las causas para explicar estos movimientos pueden ser de diversa índole. En primer lugar, los factores de carácter monetario se relacionan con los descubrimientos de yacimientos de oro en California y Australia hacia 1850 lo que motivo la creación de un stocks de oro más rápido que la producción industrial y agrícola. Al aumentar la moneda los precios tendieron a subir y a su vez el nivel de compra y la producción dando lugar a una etapa de expansión (1851-1873). 
Con todo, hay que tener en cuenta que el factor monetario al igual que puede ser condicionante de la expansión puede ser igualmente resultado de la misma. En segundo término, el factor técnico ha sido aducido por Schumpeter para explicar estos ciclos. El descubrimiento técnico aplicado tiende aumentar la producción y ha sustituir los materiales obsoletos provocando una nueva inversión y la movilización de los capitales. Para demostrarlo relaciona el periodo de 1790-1817 con el ferrocarril y la aplicación de la máquina de vapor al textil y la siderurgia y el de 1848-1873 con la extensión de las redes ferroviarias por Europa y el Clippers. 

Por último, estos ciclos se han relacionado con factores políticos, generalmente con los periodos de mayor o menor belicosidad, así los periodos de paz de 1815-1847 y de 1871-1894 se situan en fases B mientras que los periodos de expansión coinciden con guerras: la fase A de 1790-1817 coincide con las guerras de Revolución y del Imperio, durante la fase de 1848-1871 las guerras nacionales en Italia, Austria y Hungria (1848-49), la guerra de Crimea (1854-56), la guerra de Secesión (1861-65) y la guerra franco.prusiana (1870-71), finalmente durante la etapa de 1870-1920 se producen la guerra Hispano-americana de 1898, la guerra de los Boers en 1902 y la Primera Guerra Mundial de 1914 a 1918. Es evidente que la guerra incentiva el crecimiento del consumo en industrias de base( armamento) y de consumo (avituallamiento). Pese a todo hay múltiples factores y la inversión de tendencia puede deberse a muchos elementos.                      
       

viernes, 8 de marzo de 2013

RESISTENCIAS Y CONSECUENCIAS DEL IMPERIALISMO.


CONSECUENCIAS DEL IMPERIALISMO.

1. CONSECUENCIAS ECONÓMICAS: GÉNESIS DE LA DESIGUALDAD NORTE-SUR.

1.1.  “Economía de pillaje” (explotar al menor coste).
Apropiación de las mejores tierras y expulsión de los nativos de sus asentamientos y modos  de vida tradicionales.
Sistema de plantaciones: monocultivo (café, té, caucho, etc..) cultivado con mano de obra nativa y esclava y cuya demanda no estaba en la colonia sino en el mercado internacional.
  Infanticidio industrial a consecuencia de la exportación de las materias primas y fuentes de energía que hacen posible una revolución industrial endógena.
  Círculo de la pobreza:
    a) Extracción de materias primas + compra de productos manufacturados a la metrópoli: dependencia industrial. 
  b) Necesidad de ferrocarriles, carreteras, puertos   dinero prestado por la metrópoli  (capital): deuda externa, dependencia financiera.
DESARROLLO DEL SUBDESARROLLO: INTERCAMBIO DESIGUAL+ DIVISIÓN INTERNACIONAL DEL TRABAJO.
- Se construyen obras de infraestructura y vías de comunicación sobre paisajes naturales.
- Aumento del tráfico comercial frente a la economía de trueque o de pequeños mercados.
- Coexiste una realidad económica de subsistencia y abastecimiento junto a formas de economía típicas del capitalismo industrial.
- Se impidió el desarrollo autónomo de los países colonizados.
- La producción industrial capitalista arruino la producción artesana nativa y sus incipientes formas de industrialización.
- Se divide el mundo en dos grandes polos: uno, el de los países que dominan la economía mundial y constituyen el centro del sistema capitalista, que organizan la economía de los países independientes; otro, los de la periferia, los dependientes de los anteriores, cada vez más lejos de iniciar su desarrollo.

2. CONSECUENCIAS SOCIALES:


2.1. En el orden demográfico la mortalidad disminuyó al introducirse las prácticas sanitarias europeas, sin embargo, el crecimiento de la población sin crecimiento económico dibujo el horizonte del hambre crónico y la miseria que ha llegado hasta nuestros días.
2.2.   Ruptura de la sociedad tradicional. Una burguesía europea se instaló en los niveles más altos de la escala social y los indígenas, considerados seres inferiores, fueron marginados: se les obligó a vivir en barrios separados, se les prohibió la entrada en ciertos lugares, por tanto, aumento la desigualdad social.
2.3. La aculturación europea (la cultura verdadera, al igual que las razón, siempre es la de los vencedores). Los sistemas de creencias y de organización socio-comunitaria de los nativos (tribus, comunas, propiedad colectiva, etc.. son arrasados y homogeneizados por una educación al servicio del fin civilizatorio. Civilización versus aculturación. Además, las elites indígenas estudiaron en universidades europeas y se occidentalizaron. Curiosamente, de esta elite occidentalizada surgieron los líderes del movimiento descolonizador, como fue el caso de Gandhi.
- Utilización de mano de obra nativa gratuita o a muy bajo precio.
- Segregación racial y falta de respeto por las realidades de la  vida propias de los nativos.
- Mejoras sanitarias aportadas por los europeos hacen disminuir las epidemias y las enfermedades endémicas, reduciendo las tradicionales altas tasas de mortalidad.
- Los colonizadores impusieron las estructuras sociales propias de la sociedad capitalista, destruyendo la mayoría de las formas de organización social nativas.
- Aparece la alta burguesía y, sobre todo, una burguesía mediana de funcionarios y profesionales, y un incipiente proletariado que coexiste con una gran masa de campesinos.
- Se desarrolló el urbanismo

3. CONSECUENCIAS POLÍTICAS


          En el orden político, la colonización introdujo elementos de la civilización europea: las bases de una administración moderna y un modelo de organización política. Pero se trazaron las fronteras de los imperios sin tener en cuenta las diferencias tribales, lingüísticas o religiosas de las poblaciones autóctonas, lo que trajo conflictos tras la descolonización.
- Las potencias coloniales consiguen aumentar su poder e influencia en el mundo.
- Se produjo un clima de desconfianza que culminó en la Paz Armada y en el sistema de alianzas.
- La gran expansión del imperialismo finalizaba con la Primera Guerra Mundial.


4. CONSECUENCIAS CULTURALES. 

- La cultura dominante de los colonizadores adoptó unas formas de superioridad que se manifiestan con el desconocimiento y el rechazo de las culturas indígenas.
- Se produce una europeización de países y continentes, por medio de la cultura, idiomas, formas de vida, religión, etc. Los misioneros tuvieron un papel relevante en este proceso.
- Tiene lugar un retroceso de la cultura tradicional y de las lenguas autóctonas, lo que provoca un desarraigo cultural de la población indígena.